Se inaugura La Pensión

 Del libro "El maravilloso mundo de la clínica veterinaria. Memorias de la MVZ. 
† Irene Joyce Blank Hamer" 
México: FMVZ, UNAM, 2015.


Palabras clave: Medicina veterinaria, Historia, Pensión para perros, Memorias, Médicas veterinarias.

Sólo recuerdo que era un viernes 13 cuando me avisaron por la tarde que ya estaba “la construcción de la pensión”. Palabras que indicaban algo grande, no pequeño, tan pequeño que podría pasar desapercibido por alguien que entrara al jardín, pero no por eso insignificante y sin importancia. Con alegría y expectación me dirigí a la casa, allí me esperaba el “maestro” con dos ayudantes y pasé a ver a través del garaje la pensión. Era un buen trabajo, los felicité, les pagué y me fui a la cocina para tomar una coca cola seguida por mi comité de recepción: dos gatos siameses y dos perros Setter Irlandés. Estaban gustosos porque ya estaba en casa y muy atentos a lo que les platicaba. Les dije que la pensión ya estaba terminada y que, al llegar al Consultorio al día siguiente, les iba a hablar a los clientes que me habían solicitado una pensión que ya podrían disponer de ella cuando quisieran, pero a la vez les decía que se iban a tener que portar bien con los huéspedes y no molestarlos so pena que ya no entraran al jardín grande.

Hasta este día sigo pensando sí me entendieron a la perfección lo que les dije ya que los siameses ya no entraban al jardín grande y los perros sólo entraban, pero no se dirigían hasta el fondo del jardín, y poco después ocurrió lo impensable digno de una noticia en un periódico, revista o programa de televisión. Se oyó el timbre, los perros se fueron a ladrar y apareció Jacinta la cocinera, para informarme que un señor quería verme. Así fui a la puerta del enorme y maravilloso zaguán (cuatro veces centenario) y al abrir me encontré con un hombre obviamente extranjero tan alto que tuvo que inclinar la cabeza para entrar, lo que nunca antes ni después aconteció. Sin más, me pidió ver la pensión. Lo llevé al garaje y entró en la pensión, la examinó cuidadosamente y me dijo. “Sí, está bien, la quiero reservar toda para mi exclusivo uso” y diciendo esto saca su cartera y me entrega un fajo de billetes; “Es para reservarla, después hacemos cuentas”, salió por el zaguán y de despedida me dijo: “Voy a llenarla de perros Xoloitzcuintli el domingo, que voy a cazar en Guerrero.” Sin más se subió a un coche y desapareció dejándome con la idea que quizá el episodio era un sueño y pronto despertaría.


Llegó el domingo y pasaron las horas sin tener noticias del misterioso Sr. Wright; no sabía dónde localizarlo y pensé que quizá estaba loco y que tenía que regresarle el dinero. Su acento era de un caballero inglés, al igual que su pelo castaño, además de su saco que los ingleses siempre reforzaban de los codos con piel, por lo que más tranquila por el análisis que había hecho, pensé en hablar a la embajada de la Gran Bretaña al día siguiente e informarles lo que había pasado. Me sacaron de mis pensamientos el timbre y los perros que ladraban. Pasaban de las once de la noche y Jacinta ya se había retirado. Fui a la puerta y ahí estaba el Sr. Wright acompañado de un chofer que se bajó de un pickup y un jeep ¡llenos de xoloitzcuintlis! De inmediato el Sr. Wright le indicó al chofer que le ayudara a bajar a los perros e introducirlos en la pensión. El chofer obedeció mientras el caballero inglés seleccionaba qué perros iban a estar en qué perrera; una hora después todos los “xolos” ya estaban en sus respectivas perreras, y concluido esto me dijo que estarían conmigo hasta que estuvieran saludables y los pudiera regalar a gente que amaba la raza.


Estuvieron varios meses conmigo antes de estar saludables, bellos y amigables, ya que al llegar estaban cubiertos de garrapatas (el que menos tenía eran 80), en estado avanzado de desnutrición severa, con la piel seca, sin brillo, de aspecto sin vida. Pero una vez que estaban como perros de exposición, se los llevó para regalarlos. En esos meses, los había desparasitado, vacunado y a base de ponerles aceite en su piel ya sin garrapatas y con una muy buena y adecuada nutrición, había logrado que su piel estuviera con vida y suave al tacto.


El benefactor de los “xolos” era un antropólogo famoso que había escrito un maravilloso pequeño libro “El enigma del Xoloitzcuintli” en que prueba que el “xolo” es nativo de México y no traído de China a los puertos de Acapulco y Mazatlán como afirmaban científicos mexicanos y hasta la entonces Asociación Canina Mexicana confirmaba había visto y estudiado a los perros pelones en Cuba, Perú, Argentina, y en África, en el Congo y Etiopía. Los perros pelones o canis africanus eran su especialidad y hasta su obsesión, por lo que fue llamado por el Instituto de Antropología a ayudar en su estudio. Los perros de la pensión traídos del estado de Guerrero, precisamente de Arcelia, Poliutla, Teloloapan e Iguala fueron regalados a personas que vivían en Las Lomas y Teotihuacán. A varios de ellos los vi después ya como pacientes míos. 


Mi primer contacto con un Xoloitzcuintli, fue en una exposición de perros en Puebla, tenía yo diez años y al ver y tocar la piel del único ejemplar de la exposición, horrorizada le dije a mi madre que había llevado su Cocker Spaniel a la misma: “me siento enferma, nunca pensé ver un perro tan feo como ese perro sin pelo”. Recibí una regañada “no te sientas tan mexicana hasta que leas, conozcas y admires el Xoloitzcuintli, es una parte muy importante de la historia de México”. Trece años después lloré cuando mis xolos salieron de la pensión.

Le agradezco a Norman Wright el privilegio de haber tenido un contacto tan cercano con nuestra raza mexicana. El señor Wright años después se fue a Australia a estudiar los animales de aquella región y allá murió. ¡Vaya inauguración para una pensión de perros!

La revista "México desconocido" publicó en su página lo siguiente:

"…Hasta que en 1950 el embajador británico Norma P. Wright decidió emprender un viaje de varios años a diversos puntos del país para localizar a los últimos xoloitzcuintles u otras especies caninas nativas, y las localizó en comunidades costeras de Oaxaca y Guerrero.
Una vez con los suficientes ejemplares de xolos intervino la Facultad de Medicina y Zootecnia de la UNAM en donde se inauguró una pensión canina en Coyoacán con estos animales, iniciando así su reproducción".
(https://www.mexicodesconocido.com.mx/la-historia-del-xoloitzcuintle-el-perro-mexicano.html)

A continuación, haré algunas aclaraciones:

Esto ocurrió en 1953, año en que la doctora Blank inaugura su consultorio y pensión.

La Embajada inglesa recomendó el consultorio de la doctora Joyce al Señor Wrigth; la doctora no aclara si efectivamente el Sr. Wrigth era en ese entonces el embajador.

Arcelia, San José Poliutla, Teloloapan e Iguala, pertenecen al Centro, Noroeste y Tierra Caliente del Estado de Guerrero, no a la zona costera.

La Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México no contaba ni contó hasta la fecha, con ninguna pensión canina, aunque la doctora Blank fue profesora de la mencionada Facultad por casi 50 años.



También se puede leer en:
https://itzcuintli1.rssing.com/chan-13289125/latest.php
Fotos: Carlos Ángeles



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