Magdely Herrera Coronado
“Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca,
Sino en levantarnos cada vez que caemos”
Confucio.
Cada día se escucha hablar más de la inteligencia emocional, pero ¿qué es?, ¿para qué sirve?, ¿sirve?, en palabras de la dra. Rebeca Muñoz es la herramienta que nos puede ayudar a salir adelante en un estado difícil, es decir, la inteligencia emocional es estar consciente de cada una de las emociones que se tiene y decidir cómo reaccionar ante ellas dependiendo el entorno en el que nos encontremos.
El psicólogo Daniel Goleman puso en la mesa el término inteligencia emocional en los años setenta, sin embargo, se popularizo más a mediados de los años noventa, dentro de las descripciones que da entorno al tema especifica los cinco principios que se requieren para tener una inteligencia emocional:
1.- Autoconciencia emocional: comprender los propios estados de ánimo de cada uno.
2.- Autorregulación emocional: esta es la habilidad que se tiene para controlar las conductas que se tienen de los impulsos emocionales y adaptarnos de forma óptima a las dinámicas sociales.
3.- Motivación: tener metas u objetivos y canalizar nuestra energía a ellas.
4.- Empatía: comprender y vivir como propios los estados emocionales de otras personas.
5.- Habilidades sociales: inclinar las respuestas más adecuadas a las demandas sociales del entorno de cada individuo.
Si aún con la información anterior quedan escépticos, es relevante mencionar que el Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations dice que: el éxito de una persona se debe un 23 % a su inteligencia cognitiva y un 77% a su inteligencia emocional.
El dato anterior nos ayuda a confirmar que la educación de un individuo requiere de más de un factor y no sólo debe enforcarse a lo técnico y lógico sino también a la gestión emocional, consiguiendo así un aprendizaje más completo que brinde las herramientas necesarias para enfrentarse a los diferentes entornos sociales.
Tanto en la casa como en la escuela se deben brindar climas que faciliten el aprendizaje para reconocer y expresar las emociones, proporcionar las herramientas necesarias para conseguir que los niños, niñas y jóvenes puedan desarrollar la habilidad de regular las emociones propias, prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas intensas, desarrollar la habilidad para generar emociones positivas y poder tener las capacidades para relacionarse de forma positiva con las demás personas.
Para conseguir una formación integral es necesario que se cuente con una educación emocional que sea continúa y con la participación de los diferentes entornos sociales.
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