Día del Maestro


Dr. Felipe Román López
Gen.46-51 UNAM

En este día del maestro, quiero recordar a un viejo profesor y muy grande amigo mío: el Profr. Cándido Pineda Barrios, muy distinguido maestro de muchas generaciones, que ocupó relevantes puestos en la SEP, pues fue Inspector de varias zonas escolares de Escuelas Secundarias, del Norte, Centro y Sur de la República.

Recientemente falleció, a los 92 años de edad pero, en vida recibió muchas distinciones, inclusive la calle de su pueblo (Teloloapan, Guerrero), donde nació, lleva su nombre. De modo que mi gran amigo ahora tiene nombre de calle.

Hace algunos años, cuando cumplió sus primeros 80 años de vida, celebró su cumpleaños, como acostumbraba hacerlo cada año, con una gran fiesta, a la que asistimos amigos de toda la vida y varios llevaron tríos y conjuntos musicales.

A mí se me ocurrió llevarle, entre otras cosas, una taza de porcelana, con la figura de un hermoso busto femenino y, escribí lo que supuse serían las reflexiones que el Profe. Cande, haría ante ese bello torso.

REFLEXIONES EN SU OCTAGÉSIMO ANIVERSARIO.



Te miro desde lejos, reluciente,
tu figura morena...inolvidable,
ebúrnea, grácil, sorprendente,
aún en sueños te pienso...admirable.
Si me acerco a ti, a más de verte,
el perfume que emana tu esencia
exalta la energía de mis sentidos.
Cuán grata para mi es tu presencia,
mi vista se agudiza al mirarte,
mi oído escucha el mínimo sonido
que transmite mi mano al tocarte,
y me embriaga el olor de tu perfume
que renueva mi fe en reencontrarte.
Se exaltan mis papilas gustativas
tan solo de pensar en saborearte.
Tú me das con tu presencia altiva
la dicha de vivir con entusiasmo.
Mi pulso se acelera al infinito,
respiro más, con prisa hiperquinético.
Late mi corazón apresurado
y, hasta digiero mejor el alimento,
cuando tengo la dicha de tomarte.
¡OH, qué grande eres, bien amada,
siempre serás para mi, hasta el ocaso:
mi orto, mi aurora, mi sol, mi estrella,
la más dulce, la más fiel y la más bella.
Hermosa fémina, transmutada en loza,
de figura esbelta, asaz graciosa,
de quien soy el dueño afortunado.
¡Qué bella taza para mi café,
donde mojo mi pan por la mañana
y, por la noche, degusto el chocolate.

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